El Lollapalooza más pobre
Cuando en 2010, el músico y empresario Perry Farrell llegó al país para inspeccionar las ansias rockeras de los chilenos, su olfato no falló: esta era una tierra ideal para su experimento de exportar su multitudinario festival Lollapalooza a Sudamérica. Farrell, un hombre que trae en sus genes la capacidad de hacer negocios, fue visionario. Puso en el debut en 2011 a Kanye West, una gloria del hip hop actual, como cabeza de cartel y los secundó con nombres inflamables como The National y The Flaming Lips. El resto fue una buena selección que superó las expectativas y le puso pantalones largos a Chile en festivales de primera categoría.
La segunda versión, se sabe, solo tiene dos direcciones: la consolidación o el abismo. Y Farrell consiguió bandas mejores que las del debut: Foo Fighters, Björk, TV On the Radio, Arctic Monkeys, Foster the People y MGMT, entre otros. Fue un aplauso cerrado y unánime. Los abrazos comenzaron rápido y el ex líder de Jane’s Addiction sacó cuentas alegres. Si Chile había aprobado como laboratorio de pruebas, la expansión era el camino más lógico. Y llegó la versión en Sao Paulo.
El problema es que la expansión trajo lo que menos queríamos: desabastecimiento. Los organizadores, convencidos de la fidelidad de los melómanos, apostaron poco. Pearl Jam es, por ejemplo, una buena banda del recuerdo. Pero no tiene merecimientos para estar como la más importante. Cuentan con una buena cantidad de fanáticos en Chile, pero en los festivales del Primer Mundo hace rato que dejaron de estar entre lo más graneado, principalmente, porque sus grandes discos fueron en la primera mitad de los 90. Y de ahí, poco más.
El resto tampoco convoca en demasía. Black Keys es un dúo de rock con algunos hits potenciales, pero que, en estricto rigor, no cuenta con un beneplácito masivo. Y los otros grandes ya los hemos visto en Chile: Queens of the Stone Age, Franz Ferdinand, Hot Chip tienen para hacernos pasar un buen rato, pero son historias repetidas.
¿Por qué no se optó por clásicos como Tom Waits, The Specials, o Rufus Wainwright? ¿O por emergentes como Grizzly Bear, Beach House, The XX y Liars? ¿Cuál fue el criterio de selección?
Es cierto que sobre gustos no hay nada escrito, pero la lista del próximo año huele más a obtener dinero fácil que a propuestas artísticas novedosas y arriesgadas. Es un esquema feroz que se repite también en Maquinaria: otro evento de poco riesgo –Mastodon y nada más-, mucha música para la galería -Kiss, Slayer- y solistas directamente rescatados del olvido –Marilyn Manson-. Una tendencia peligrosa, pero que consolida a Chile como una probeta siempre eficaz para los ejercicios del capitalismo.
FUENTE. LA NACION.CL