Rajoy llegará al poder en España tras una campaña ambigua y esquiva
Nunca antes unas elecciones legislativas habían parecido decididas con tanta anticipación en España, donde el Partido Popular (PP, derecha) tiene prometidas una victoria arrolladora y hasta una mayoría absoluta en el Parlamento, tras las elecciones que se celebran este domingo 20 de noviembre.
Pero tampoco nunca había sido tan impreciso el tipo de Gobierno que saldría de un escrutinio.
¿Qué equipo acompañará a Rajoy? ¿Qué alianzas podrá entablar? ¿Qué reformas llevará a cabo? ¿Quién será su ministro de Economía?
Todo es un misterio y es que ése es precisamente el estilo de Rajoy: nunca se revela, siempre prefiere la ambigüedad, nunca cierra una puerta a una propuesta demasiado precisa. Incluso sus colaboradores cercanos admiten no saber lo que trama este hombre al que llaman “reservado”, “determinado” y “serio”.
SIN PROMESAS CLARAS
En vano se buscarían respuestas a estas preguntas en su campaña. Fiel a su costumbre, Rajoy se refugió en la fórmula de Perogrullo, que él maneja con maestría: “La mejor política social es crear empleos y manejar bien la economía”. “Nuestro proyecto es reemplazar el estancamiento por la reactivación, el desempleo por el empleo y la desazón de los jóvenes por la confianza”. “Haremos las reformas que exige el sentido común”. Esto es lo que se llama no dejarse arrinconar por las promesas.
Buen orador, si a uno le gusta el estilo académico, un poquitín formal y preciosista, reforzado por un ligero seseo. Pero él jamás improvisa. Incluso logró la hazaña de leer sus notas durante casi todo el debate televisado en el que se enfrentó a Alfredo Pérez Rubalcaba, su adversario socialista.
“Él no dice más de lo necesario”, explica María José Canel, profesora de Comunicación Política en la Universidad Complutense de Madrid. “Debe tener un discurso moderado que no espante a aquellos que podrían tener miedo a una mayoría absoluta del Partido Popular”.
ESQUIVAR: SU CARTA DE TRIUNFO
Impulsado más por el rechazo al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que por la adhesión a su propia persona -él nunca ha sido popular- o al programa de su partido, Rajoy recorrió la campaña con la vista puesta en el reloj, presionado por llegar al escrutinio sin cometer ningún error que pudiera movilizar al electorado socialista, mientras la tormenta financiera que barre al sur de Europa golpeaba fuerte en España estos últimos días.
El candidato conservador hizo del equívoco y de lo esquivo las cartas de triunfo de su carrera política. Lo esquivo es lo que le permitió a este gallego de 56 años sobrevivir durante ocho años, en la adversidad, a la presidencia del Partido Popular, el gran partido que reúne a todas las corrientes de la derecha española, desde los jacobinos más radicales hasta los señores feudales de provincias, desde los allegados a un episcopado reaccionario hasta los partidarios silenciosos del matrimonio homosexual.
EL NUEVO PERFIL
Rajoy se encontró al mando del partido como legado de José María Aznar y no siempre fue una tarea agradable. Tras sobrevivir a las luchas intestinas y “limpiar” un poco el partido, poco a poco acabó imponiendo a su gente, entre ella a Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del grupo de los diputados, y María Dolores de Cospedal, secretaria general del partido.
“Hay dos Rajoy”, asegura el candidato de los nacionalistas catalanes, Josep Duran i Lleida. “El Rajoy que fue impuesto por Aznar y que es prisionero de éste, y el Rajoy que puede ser independiente. Ya veremos cuál es el que gobierna”.
Si toma la sucesión de Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy habrá impuesto un nuevo perfil en La Moncloa.
Desde el fin de la transición democrática se han sucedido tres Presidentes de Gobierno -El socialista Felipe González, el PP José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero- que tenían en común el hecho de ser jóvenes (respectivamente 40 años, 43 y 43 al momento de asumir el cargo por primera vez) y de haber forjado o reinventado a su partido. Mariano Rajoy lo ha heredado. Vamos a ver si es un buen delfín. FUENTE. LA NACION.CL
