Roberto Méndez: “La clase política está ciega y sorda”
El presidente de Adimark, Roberto Méndez, hizo un duro análisis sobre el gobierno a principios de este año y lanzó un vaticinio: que se podría producir un cambio de gabinete a corto plazo. Seís días después, el 15 de enero, su pronóstico se cumplió. Esta vez, el analista político apunta más allá de un ajuste ministerial. Ante los resultados de la última encuesta mensual de su empresa -en la cual el apoyo a Piñera cae a 31% y el rechazo sube a 60%-, plantea la necesidad de un “golpe de timón” que permita al gobierno replantearse la estrategia con la que pretende llegar al 2014.
Pero Méndez -cuya opinión es escuchada en el segundo piso de La Moneda- critica, sobre todo, a la clase política en general, que a su modo de ver ni ve ni escucha las nuevas demandas ciudadanas que se han plasmado en los últimos meses en las calles. Pese a su fuerte cuestionamiento a la conducción política de La Moneda, también ve luz al final del túnel: sostiene que las buenas cifras macroeconómicas indican que el apoyo al gobierno tiende a subir, aunque señala que por sí solas no bastan.
“Afuera no se pueden explicar este clima que se vive en Chile, cuando todas las cifras económicas son extremadamente positivas”, señala el experto, quien entregó los últimos resultados del sondeo sólo minutos después de aterrizar proveniente de Madrid, donde participó en un seminario donde se analizó la situación de América Latina.
¿Cómo se entiende que pese al buen estado de la economía el rechazo al gobierno llegue al 60%?
El grupo que más critica son los más pobres, y a ellos les irrita el exitismo del gobierno. Esos sectores no están pensando en La Polar ni en los conflictos del gobierno con la UDI, sino que en la subida del precio del pan y de la micro. Los pobres no sienten que el gobierno comprenda y empatice con su situación; ellos no sólo no sienten el progreso, sino que ven una regresión en su situación económica. Las encuestas muestran que hay dos mundos que se han ido separando a medida que aumenta la desigualdad. En el Chile de hoy, la gran demanda es la igualdad y eso es transversal en las manifestaciones de los estudiantes, de las minorías sexuales y de los medioambientalistas. Creo que irán surgiendo exigencias por igualdad desde las regiones, de los grupos étnicos, de los que exigen mejor acceso de la salud. La gran pregunta es cómo enfrentamos esas demandas transversales.
¿Cómo se está administrando ese escenario que usted describe?
Ni el gobierno ni la oposición han entendido este nuevo escenario y se han quedado como simple espectadores. Por eso es que el rechazo ciudadano a ambos sectores es parejo. La clase política está sorda y ciega; no quiere ver qué está pasando ni menos incorporar estas demandas ciudadanas. No se está produciendo un diálogo con la gente. Al contrario, hay un desencuentro que, si no se enfrenta seriamente, irá creciendo. Este es el momento para tratar de entender lo que están diciendo las miles de personas que salen a la calle.
¿Qué riesgos ve si no se enfrenta en forma adecuada está situación?
Se pueden producir niveles de violencia y estallidos sociales que hoy son impensados. También puede provocar que surjan opciones políticas muy radicales y disruptivas. Por eso es que el resultado de la próxima presidencial es impredecible, y considerando el estado de la opinión pública, el Presidente puede ser de continuidad, un concertacionista o cualquier otra alternativa. Existe el peligro de que la política chilena dé una “vuelta copernicana” inimaginada. Por eso es que hay que repensarlo todo, incluidas las alianzas políticas tradicionales. Esto tiene una parte positiva, puesto que se produce una renovación, pero, por otro lado, genera mucha inestabilidad. Las democracias sólidas tienen bloques estables y si eso se rompe se entra a un mundo desconocido y riesgoso.
¿Por qué surgen ahora estas reivindicaciones ciudadanas?
Esto se enmarca en un malestar más generalizado que tiene que ver con la etapa de desarrollo en la que está Chile y que le podría haber tocado a cualquier Presidente. Estamos llegando a los 15 mil dólares de ingreso per cápita y empiezan a surgir demandas inéditas; ya nadie protesta por el salario mínimo ni por el precio del pan. Las exigencias de los chilenos son propias de países desarrollados. Más que crecimiento, hoy la gente espera igualdad de oportunidades. Los sociólogos hablan de la “trampa del ingreso medio”, es decir, que cuando los países llegan a estos niveles de ingresos, aparecen temáticas nuevas que tensionan a la sociedad. Y lo más significativo es que ni el tema estudiantil ni el ambiental ni las demandas de las minorías sexuales surgen de los partidos políticos, sino que de los movimientos ciudadanos y de las redes sociales.
¿Cree que el caso de La Polar afectó a la baja del gobierno?
Fue uno de los elementos. Además de sentirse excluida, la gente rechaza a los que tienen poder y a las elites. A este gobierno se lo ve como el de los privilegiados y de los empresarios. Entonces, cuando ocurre un escándalo en un grupo empresarial en el que sus directivos son amigos y ex socios de los que están en el poder, obviamente que también esto salpica al gobierno.
¿Cuánto influye la personalidad del Presidente en la baja de las encuestas?
Más que problemas con su figura, lo que no está funcionando es el diseño político del gobierno. Pero pee a que Piñera baja sostenidamente en las encuestas, tiene la fuerza suficiente para revertir esta situación. Uno de sus atributos más potentes sigue siendo su capacidad para conducir al país. A pesar de que en esta encuesta sólo tiene un 31% de apoyo, un 51% confía en su habilidad para enfrentar esta difícil situación y revertirla. Por eso es que la gente está esperando que Piñera reaccione y presente sus propuestas.
El Presidente cae en los atributos “blandos”, como confianza y credibilidad, y está por sobre el 50% en los “duros”, como su habilidad para dirigir al país. ¿Cómo se explica ese contraste?
El que más de la mitad de los encuestados reconozca su capacidad para gobernar significa una tremenda oportunidad, especialmente porque la economía anda bien. Cuando ésta pasa por un buen momento, el apoyo a los gobiernos siempre sube. Por períodos cortos la política puede ir por un carril distinto que la economía, pero nunca es algo permanente. Este bajo apoyo se revertirá, pero las cifras macroeconómicas no bastan.
¿Qué debería hacer Piñera?
Aguantar este mal chaparrón e impulsar las reformas necesarias. De esta forma, el apoyo ciudadano empezará a subir; aunque tal vez esto no se produzca instantáneamente, sino que más cerca de la primavera, cuando pasen algunas de estas presiones. Sin embargo, el gobierno no puede simplemente conformarse con las buenas cifras macroeconómicas. Hay que enfrentar la “inflación de los pobres” -que es el IPC- y el precio de los alimentos. Falta una voz compresiva que se haga cargo de las enormes diferencias entre los más pobres y los más privilegiados.
¿Cómo se explica que la popularidad de Laurence Golborne se mantenga, pese al mal momento por el que pasa el gobierno?
El ministro de Energía ha probado ser una figura incombustible, un político de “teflón”. Su liderazgo es parecido al de Michelle Bachelet, ya que le resbalan los problemas. Pese a que los conflictos energéticos y medioambientales le corresponden a su cartera, él se las arregla para que no le toquen. Sin duda, Golborne es una figura política de proyección y su liderazgo es hoy mucho más sólido de lo que era hace un par de meses. Es una figura muy valiosa para la Alianza, porque encarna el cambio con continuidad, lo mismo que representó Bachelet hace algunos años.
¿Es la única carta del oficialismo?
Hay figuras que poseen un perfil político más tradicional y que se mantienen muy fuertes en el gabinete, como Andrés Allamand y Evelyn Matthei, especialmente por su experiencia y llegada con la gente. Piñera debería usar estos capitales políticos en la nueva etapa que debe inaugurar. Sin embargo, se ha demorado en poner a sus ministros más populares en la primera línea. Debe empoderarlos políticamente y ponerlos a defender en la primera línea al gobierno, resolviendo los problemas y haciendo los anuncios. Los resultados de la encuesta demuestran que el actual diseño del gobierno debe modificarse.
¿Es necesario un cambio de gabinete?
Se requieren acciones enérgicas y no seguir “chuteando” los temas. La situación es suficientemente grave y los diagnósticos están claros; el Presidente debe actuar con fuerza y tomar las acciones necesarias para solucionar este difícil momento. Si esto implica un cambio de gabinete, tendrá que hacerlo. El esquema de gobierno que se ha implementado hasta ahora no funciona bien y eso se ha traducido en un distanciamiento de la gente.
¿Qué estrategia se debería seguir?
Se deben escoger dos o tres temas por los cuales este gobierno quiere ser recordado y pasar a la historia. Estos podrían ser la reforma educacional, la modernización del Estado y la integración de más mujeres y jóvenes al mercado laboral. Hay que enfocarse en impulsar los proyectos escogidos y no enredarse con demasiadas iniciativas. Pero no se puede caer en la tentación de definir estos temas por las encuestas. Eso sería ser reactivo y dejarse llevar por una opinión pública muy cambiante.
¿Qué opina del manejo del gabinete político?
Hay un déficit tanto en el diseño como en el manejo político. El ministro del Interior no ha cumplido con su rol de articulador y jefe de gabinete. Hay una falencia en la relación con el Congreso y con la oposición. La comunicación del relato gubernamental a la opinión pública está en deuda también. En estos tres frentes está muy claro que las cosas no están funcionando fluidamente y esto es responsabilidad de estos ministros que son los que llevan la relación con los parlamentarios, con la oposición y con la opinión pública. Es urgente una mejor articulación política y eso es muy importante, especialmente en momentos de crisis como éste. Los gobiernos salen adelante cuando hacen una reorganización política de sus gabinetes. En su momento más difícil, Bachelet hizo cambios en Interior y en la Secretaría General de la Presidencia y revirtió su momento más complicado. Se requiere de gente con capacidad para implementar técnicamente las iniciativas gubernamentales, pero con un “punch” político muy fuerte para llevar estos proyectos adelante y convencer a la oposición. Ese es el equilibrio que hay que conseguir.
¿Es el momento de hacer una reingeniería en La Moneda?
Tiene que replantearse el diseño político. Yo creo que eso es más importante que las caras; porque si sólo se cambia a las personas seguiremos en lo mismo. Tengo gran admiración por los miembros del gabinete, pero creo que su estilo de hacer política no es la adecuada. Se necesita mayor sensibilidad y una estrategia que logre aunar los talentos de los distintos ministros.
¿Es responsabilidad de Piñera este escenario?
No necesariamente. La política del gobierno es justamente el resultado de la interrelación entre el Presidente y sus ministros. El tema aquí es el funcionamiento del gabinete en su conjunto y cómo se relacionan entre ellos y con la oposición. Sin embargo, únicamente el Presidente es quien puede hacer los cambios. Este replanteamiento es responsabilidad suya, y por eso es que cuando en la encuesta la gente dice que confía en su capacidad para hacerlo, lo que se le está pidiendo al Presidente es que actúe y que cambie lo que no funciona.
¿Cree que lo hará?
Pienso que sí. Todas las encuestas que hemos conocido y el clima que estamos viviendo no sólo en los partidos, sino que en la calle, dan señales de que hay que hacer una reingeniería. Pero esto va más allá de un simple cambio de gabinete y significa modificar la forma en que el gobierno opera políticamente.
¿Coincide con la opinión de que Piñera se siente más cómodo hablando de temas técnicos que de política?
A la política no se le ha dado la importancia que debe tener en un gobierno. La gran diferencia entre una empresa y un gobierno es justamente que en este último la política es, al menos, tan importante como lo técnico. Piñera tiene que revalorarla y darle un nivel equivalente al que ha tenido lo técnico.
¿Eso implica un “golpe de timón”?
El gobierno tiene que hacer un replanteamiento de fondo sobre la visión y estrategia que quiere desplegar en lo que queda de mandato. Seguramente, este replanteamiento requiere un cambio en los interlocutores.
¿Uno de ellos sería el ministro Lavín?
Posiblemente. El ha sido quien ha pagado el mayor costo de este descontento con una baja del 24%, mientras que el Presidente disminuyó sólo un 5%. Esto es bastante impresionante, lo mismo que el hecho de que la educación, que en un momento fue una de las áreas bien evaluadas del gobierno, hoy es calificada peor que el Transantiago.
¿Fue un error que Piñera hiciera personalmente el anuncio sobre las medidas sobre Educación?
Claramente, está tomando muchos riesgos; en ese tema podría haber dejado que el ministro Lavín hiciera los anuncios. Fue una movida de alto riesgo, porque si esta reforma tiene éxito, será pura ganancia para él, pero si no, será visto como una gran derrota. Sin duda que fue una movida audaz. Habían alternativas que hubieran evitado que el Presidente se involucrara directamente en este anuncio; lo podría haber hecho otro ministro, por ejemplo.
¿Por qué cree que no se incluyó el tema del lucro en el anuncio presidencial?
Me gusta que Piñera en algunas ocasiones se atreva a ir en contra de la opinión pública, de lo que dicen las encuestas y de lo que le trae popularidad, si es que eso corresponde a sus convicciones. En ese sentido, el fin al lucro es un tema tremendamente populista, ya que es simplemente una frase y no está claro qué es lo que significa realmente. Las universidades tradicionales realizan actividades lucrativas y lo mismo hacen los principales centros de estudio del mundo. Entonces, caer en una especie de obsecuencia a estas peticiones desmedidas no es serio ni significa la solución a los problemas. El Presidente tiene que “echarle para adelante” con sus propuestas en educación.
¿Lavín fue un “fusible” del gobierno para enfrentar la protesta de los estudiantes?
A él se lo puso en la primera línea y recibió los golpes, como lo demostró la encuesta. Lavín hizo su tarea; se llevó el costo y funcionó como “fusible”. Sin duda, recibió la descarga de las movilizaciones de los estudiantes y quedó muy desgastado.
¿Coincide con los que dicen que el gobierno lo dejó solo y que Piñera sólo se involucró cuando ya no había otra salida?
Efectivamente, Lavín ha estado solo la mayor parte de esta crisis.
¿Podrá revertir esta situación?
No hay muertos en política y su trayectoria es justamente una muestra de esto. Si bien hoy Lavín pasa por un momento de profundo debilitamiento y ha pagado un alto costo, el conflicto estudiantil está en pleno desarrollo y si termina bien, probablemente tenga posibilidades de surgir nuevamente como opción presidencial. Por eso es que no se puede anunciar el fin de su carrera política. Independientemente de eso, tal vez temporalmente, se debería cambiar el interlocutor con los estudiantes para poder llegar a acuerdos. El Presidente y Lavín no son los únicos que pueden manejar el tema; también están los ministros de La Moneda. Hay muchos actores con capacidad para asumir la representación del gobierno. Hay que ser más creativos.
¿Los roces entre La Moneda y la UDI influyen en la baja de popularidad?
Siempre que hay problemas en las coaliciones influye en la imagen del gobierno. A la gente le da desconfianza cuando ve peleas en los partidos de gobierno.
¿Cómo se explican las históricas diferencias entre Piñera y la UDI?
Tienen diferentes visiones del país y distintos objetivos en el mediano plazo. Generalmente, las agendas de los gobiernos y los partidos no coinciden. Además, influyen los egos, personalidades y antiguos conflictos, todos elementos que pesan mucho en la política. El desafío entonces es avanzar, pese a esos conflictos.
Entre los socialistas y DC existen más diferencias ideológicas que entre RN y la UDI. ¿Por qué la Concertación logró sortear sus divergencias y a la Alianza todavía le cuesta?
Para que una coalición funcione tienen que existir suficientes elementos que la cohesionen. A la Concertación primero esa unión se la dio la lucha por la democracia y después sus esfuerzos por mantener el poder. La Alianza, en cambio, nunca ha tenido un elemento aglutinador similar. Quizás sea una trampa para el oficialismo tener una oposición tan a mal traer, ya que ni siquiera existe el miedo a perder el poder. Con esta Concertación no sé si Michelle Bachelet le pueda ganar a Golborne o a otro representante del oficialismos. La Alianza no se siente amenazada y por eso cada cual anda por la libre y empezarán a aparecer los díscolos.FUENTE. LA TERCERA.COM